lunes, 6 de noviembre de 2017

Cenicienta moderna



Calzaba casi un cuarenta, número rozando la cifra ‘no normal’ en una mujer. Asistió a una fiesta en honor a un joven desconocido del que estaba enamorada. Él recién había cumplido la mayoría de edad y le ofreció bailar la canción Retrato de un amor posible agarrados. Sabían perfectamente que les estaban mirando aquellos curiosos, las malas lenguas, que sentían envidian de su perfecto Vals.
Y antes de que dieran las doce, se encerraron en una habitación. El príncipe deslizaba sus manos por debajo de sus senos en busca de sus caderas, mientras la chiquilla lo miraba ruborizada.
Al introducir las manos debajo de su ropa interior, masajeó su miembro viril y ella imploró más. Para a las doce ella había llegado a unos cuantos orgasmos. Pero, en el minuto exacto, se colocó el vestido negro y corrió por las escaleras.
-¿Dónde vas? –le preguntó siguiéndola-.
-Llego tarde.
-¡Espera!
Era demasiado tarde. El horizonte parecía que la hubiese engullido. En el escalón de abajo, había un precioso zapato solitario de color rojo. Su Cenicienta.

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