sábado, 28 de diciembre de 2019

Guerra

Inspirado en la canción: 'Zorra' de Bad Gyal
Te aprovechas de cada una.
Necesitas aumentar el ego de tu narcisismo.
El furor de tu hombría.

El otro día viniste hacia mí.
Pero no tiene sentido.
La puerta está abierta para que te vayas.

Piensas que no nos hablaremos.
Te parece extraño que todas con las que quedes se lleven bien.
Ay, bebé, qué inocentes eres.

Te aprovechas de cada una.
Necesitas que te regalen el oído.
‘Házmelo, papi’.
‘Agárrame del cuello.’
‘¿Te gusta que te de fuerte, perra?’.

Escupes en nuestras caras la bilis de tu estómago placentero.
La erección de tu miembro cubre todas tus preocupaciones.
Piensas con lo que tienes en las piernas y no con el celebro.
Ay, bebé, qué inocentes eres.

Cada día una nueva,
cada día sin condón.
Sin precaución y con excesos.
Qué más da, si es una noche más.

Te aprovechas.
Se ha acabado.
Estás en las últimas.
El revólver cargado.
Nosotras vestidas con trajes negro sintéticos.
La matanza del Patriarcado.

Vas a chillar,
lo vamos a gozar.
Sangre correr verás.
Te vas a arrepentir.

Es nuestro turno.
Arma de guerra.
Invádete del miedo ajeno.
Nos vamos a devorar cada una de tu semejante estupidez.

No vales nada.
No estamos dispuesta a esperar a que te disculpes.
Boom.
Granada.

Todas sabemos que tienes las horas contadas.
Dile adiós a tu narcicismo.
Despídete de tus seres queridos.
La guerra ha comenzado.
Boom.



martes, 10 de diciembre de 2019

Llamas








10/12/19                                                                                19:36

Y, entonces, te invito a un buen vino tinto, mientras el fuego aún sigue sin apagarse.
Te hablo de todas las pajas mentales que tengo en mi cabeza, mis problemas con mi amiga la ansiedad y vete tú a saber qué más.
Y te pido una noche, solo una, mirándonos en la azotea, bebiendo, mientras el calor empieza a llenar la comisura de la boca.
Solo un poquito más,
cerca,
más cerca aún.

No hay tiempo, se ha parado, o, puede, que lo sintamos más lento de lo normal.
Pero hay fervor, más de lo normal.
Cerca,
más cerca aún,
un poquito más.

Vamos más allá.
Tu labio en mi labio,
tu mano recorre la fina capa que llevo por piel.
La mía, tu cabello marrón lacio.

Un poco más,
cerca estamos del verano…

Ha subido, lo notas, lo noto.
Muerde, despacito, muerde.
Susurro, saboreo, acaricio.
Agarra, jadea, verano.

Algún más que otro me encantas y miradas intensas.
Amantes o amigos, esa es la cuestión.
La lentitud ha sido desenfrenada,
hemos pisado el acelerador.
Ha subido,
cerca, más cerca, un poquito más,
lo notas, lo noto.
Muerde, susurro, saboreo, lame, agarra, gime, jadeo.

El vino esparcido por el suelo,
el frío abriga a los cuerpos desnudos.
Llueve.
Sudamos.
Ruidos.
Esencia del invierno.

Quédate esta vez.
Quiero que vengas.
Te invito a un vino tinto,
a una noche en la azotea.
Quédate esta vez.
Escucha el runrún de la ciudad ahogándose por ti, por mí.

Tu mano más allá,
mi cuerpo pidiendo que sigas, que no frenes.
Quemo.

Muerde, susurro, saboreo, agarra, gime, jadeo.
Ardemos.
Y la culpa… del vino.


lunes, 25 de noviembre de 2019

25 Noviembre







25/11/2019                                                                                        16:11

25 N
Hoy que griten las calles.
Que sus gargantas derramen lava:
por las que no están,
por las que no pueden ir,
por las que les da miedo alzar su voz.

Hoy que tiemble el mundo, que el mío gira a destiempo porque me he dado mi propia voz.
Hoy, tengo las de todas las demás en mi espalda, bajo mis hombros, en el corazón, al lado del pecho izquierdo.
Hoy seremos una.
La manada vestida de morado.
A la abuela han venido a engañar.

miércoles, 26 de junio de 2019

26/06/2019 20:17






Me he sentado en la silla del escritorio a pensar sobre ti.
Sobre ti y mí, juntos, jugando a una partida de ajedrez.
De esas que dejamos a medias porque al final el peón es el que devora a la reina y no, a su otra majestad.

Me he sentado a escribir sobre nosotros.
Tú tan viento del levante y calor de la capital que contrasta con la viva imagen de un otoño en el sur, con paisajes nevados del norte.
Y juntos formamos esos pedazitos de cristales minúsculos del vaso que te has dejado en la mesa de la cocina a la espera de que lo friegues y que, sin querer, he tirado al suelo.
Somos pedacitos de cristales, de agua y de sal.

Has salido a pasear porque dices que necesitas un tiempo para ti.
Porque el miedo de atravesar las olas en esa tabla de surf te horroriza.
Sin embargo, no percatas que es una metáfora de tu vida.
No eres ese que nada en buscas de las olas, eres el temporal que las invoca.
Tú contra tú, contra ti y el enfrentamiento de tu pasado y presente.

Y, sin embargo, he aprovechado de tu ausencia para escribirte estos versos.
Para hablar de ti, de mí y de esa partida de ajedrez a medio terminar.
Del vaso del cristal, de tus manos frías y de mi corazón cálido.
De lo fuerte que eres y de esa cabeza llena de nidos de pájaros que siempre dejan plumas, porque son de los que emigran.

Amor mío. Revolucionas con cada paso el mundo que te rodea, aunque no te des cuenta.
Tus sueños son los barcos que navegan sin rumbo fijos hacia el horizonte de tus metas.
El elixir, las tentaciones y el placer de volver a comenzar bajo las sábanas.
La inspiración de un lunes por la mañana, la bala del revólver y el líquido de la cafetera que se esparce por la placa.

Un paseo en Venecia, el oso del Madroño, un viaje a Túnez y si queda dinero en esa cuenta del banco, a la Habana.
Los pasos a los lejos de tus pies cansados, el murmuro de tu voz grave, el olor de tus cigarrillos y tu mano áspera pintando pinceladas en mi piel.

Y aquí estoy escribiendo sobre ti.
Porque no te has dado cuenta que has comenzado un incendio dentro de mí que no se puede apagar.
Que has atravesado el humo y esperas a que el corazón siga siendo de hielo.
Y aquí estoy escribiendo de ti.
Quedándome contigo a pesar de tus miedos, cuidando al niño de tu interior.
Dándote la guerra y la paz, atravesando las olas, llevándote un extintor para apaciguar el fuego y dejándote que sepas cuál es el sabor de la derrota, aunque ofreciéndote la mano amiga siempre que la precisas.

Y te has ido.
Volverás a eso de las nueve y me otorgarás un beso en la cabeza con tu rostro roto.
Sonreiré y te recordaré la bendita revolución que eres.
Y te besaré tus manos ásperas, invitándote a que conozcas el sabor amargo del Whisky.
Puede que mañana sea otro día.
Pero serás, ese hombre que consiga surfear la ola.

domingo, 16 de junio de 2019

16/06/2019 12:47






Ayer, viendo a Oddey, me di cuenta de una pequeña cosa: del paso del tiempo. Hoy, ha salido esto. Espero que lo disfrutéis.
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El tiempo corre a contrarreloj como si fuera una carrera de automóviles especializados:

El primero, en cabeza, la hora del nacimiento.

Lo secunda la niñez a una velocidad media reducida.
Le interesa no adelantar porque quiere saber, quiere aprender los movimientos, pero también quiere crecer y, por ello, aunque no lo sepa, pisa el acelerador.

En el tercer puesto, la adolescencia. No le importa a quién va a arrollar en su trayecto. Quiere ganar, ser el primero y, si eso, luego, preguntarse por los acontecimientos más tardes.
Quiere vivir el presente, llenarse de las experiencias y absorber todo lo que pueda del mundo exterior. Pisa el acelerador, se coloca a esa velocidad alta a punto de alcanzar a ese coche que va en segundo.

En un cuarto puesto, la adultez. Es sabio, quiere llegar a la meta con tranquilidad, no demasiada, pero la suficiente como para no provocar un accidente. Sabe que su adversario que va delante es una denominada ‘cabeza loca’ y no le importa nada que no sea nada más que el ‘yo’.

Y en un quinto puesto, a duras penas por intentar llegar a la meta, en un auto más defectuoso, porque su  ocupante se niega a cambiarlo, debido a que todos estos años de vida ha conducido con el mismo, se encuentra la vejez. Su velocidad es bastante lenta, entorpece las vueltas de los demás coches, sobre todo del tercero, que le ha pitado en más de una ocasión.
Ella es la etapa más experimentada de todas. Sabe perfectamente que en una de esas curvas, el vehículo que conduce puede perder el control y ,sin querer, estamparse contra la barra de seguridad.

El tiempo pasa a contrarreloj como si fuese una carrera,
o puede que, simplemente, transcurre con normalidad y que seamos los humanos quienes en, ocasiones, lo veamos rápido o lento.

Y maldecimos,
en voz baja,
al gran titán por no ir como nosotros queremos que vaya.

Pero el tiempo, amigo mío, el tiempo pasa para todos por igual.
Disfrútalo, no lo desperdicies y , sobre todo, empápate de las pequeñas cosas de la vida.

jueves, 30 de mayo de 2019

30/05/19 10:39




Me quemo, arde y se hace grande.
Es real, demasiado, parecen las aspas del molino del Quijote.
Un laberinto con agua dentro, impidiendo el paso del alquimista.


Pero estoy quemada.
Cenizas es mi mente.
Llevo cuatro semanas en este estado.


Me escribo a mí misma, porque nadie más puede escribir lo que siento.
Me escribo a mí misma, porque necesito oír, de mí, lo que nadie puede decirme.
Y ahora, necesito expresar que me estoy quemando.
La llama arde.
Demasiado calor para un ser helado.


Y si me preguntan cómo me encuentro.
No sé responder sin sentir culpa
porque mis dedos formulen aquellas palabras que mis labios, sellados, no pueden
o, simplemente, no quieren.
No sé cómo sentirme.


No gestiono mis sentimientos.
No sé si me encuentro vacía,
mal,
o, simplemente, neutral.


Sólo sé que estoy quemada.
Aunque tampoco sé nada.
Siempre nada, nunca nada.
La ansiedad, como de costumbre, en ocasiones viene a visitarme.
Se queda por la noche, es más nocturna que diurna.
Espera que me quede con ella a conversar del día al día.
Aunque, simplemente se va con las primeras caídas de mis lágrimas.
Parece ser que detesta ver cómo mi llanto ahoga mi voz.


Que no salten las alarmas.
Las olas estampan contra las piedras del acantilado.
A lo lejos se forma un huracán, no está del todo constituido…
Así es mi mente.
Con lo cual, que no salten las alarmas.
Hay esperanza, pese a que es aquello no que escapó de la caja de Pandora.


No obstante, duermo un poco mejor que antes.
Intento sonreír y hacer como que todo va bien, eso es todo.
Intento que no me avasalle como si fuera una campaña de guerra.
Simplemente no sé nada, siempre nada.


Simplemente…


No sé cómo sentirme.
O si lo sé… no sé expresarlo.

lunes, 22 de abril de 2019

22/04/2019 Adolescencia tardía






Ella no se quiso ir.
Yo la maté.

La casa estaba en completo silencio,
ella no se quería ir,
los residentes dormían plácidamente.
La maté.

El cuarto, en silencio.
El patio, en silencio.
El salón, en silencio.
La atmósfera, en silencio.

Ella no se quiso ir, en silencio.
Y la vi, claro que la vi, completamente dormida.
El pecho se hinchaba con sus últimas bocanadas de aire…
En silencio.

La maté.
Maté a la adolescente.
En un vano intento de metamorfosis,
dejando cabida a la adulta.
Suplantando su identidad, 
de forma tosca, con ideas más aguerridas.

Ella no se quería ir,
empero la maté.
Para dejar atrás al pasado.
No se quería ir…
Me impregné de su sangre.

La dejé ir, tras el último ronquido.
Confirmando su inocencia temprana.
Llenándola con el arma.
Era hora de la metamorfosis,
del cambio.

Simplemente… necesario.
La maté.

jueves, 28 de marzo de 2019

12/03/19 22:09




Hoy me siento mal.
Mal afligida y no bien, porque no estoy bien.
Hoy no tengo ganas de nada.
Hoy quiero sólo llorar y llorar. De hecho, tengo puesta la OST de Mr.Sunshine y puede que me vea una película melodramáticas, para rematar la faena.

Tengo ganas de enviar a todo el mundo, sin excepción, por la borda.
Silenciar el teléfono móvil, como lo he hecho, cenar desmotivada en mi habitación mientras veo ‘Strangers’ y terminar quitándola porque me he aburrido.
Pero es que hoy no tengo ganas de nada.
Sólo de llorar y llorar y las lágrimas no salen por las cuencas de mis ojos.
Hoy me veo mal, físicamente.
Emocionalmente… ni digamos.

No pasa nada por sentirte así un día al mes.
No lo entiendo. Yo estaba superpower de energías, me iba a comer el mundo entero estos meses atrás,
y, por un día al mes, me siento como una mierda pisada en la suela de un zapato por el que luchan quitarle ese rastro.

Una vez al mes…, pues ha sido sólo este mes.
Y, para qué mentir, tengo un miedo cojonudo de caer otra vez en ese bucle del que me ha costado meses y un curso académico de salir.

Yo me iba a comer el mundo,
hoy sólo quiero estar sola y llorar.

Maldito ciclo menstrual.
Y llorar.

Alex dice que me envía suerte y que trabaje el amor propio.
Moción de censura a Alex.
No tengo ganas de escuchar sus positivas palabras,
ni las de él, ni las de nadie que venga a decirme que me tengo que querer.
Como si no me quisiera.
Hoy no, y no pasa nada. Nadie elige el estar mal un día.

La gente demasiado positiva me chirría.
Hoy, sobre todo, hoy.
Moción de censura a todo el mundo.
Que me dejen llorar.
Joder, a ver si salen las lágrimas.

Que hoy no me siento yo. Hoy soy la otra parte de mi ser.
La más apagada
y desde luego, no pasa nada.
Tengo demasiados sentimientos en este cuerpo de 1.57 cm, demasiadas sensaciones qué gestionar.

Odio estar así,
me molesta estar así.
Mal afligida.



jueves, 21 de febrero de 2019

19/02/2019






Inspirado en el poema de Elena Codes.
¿Quién es Azahara?

Azahara es un ser de 1.55 o 56, dependiendo. Pero Azahara es bondad, tener el ego a ras del suelo. Azahara es teñirse de rosa magenta cada vez que inicia el curso escolar desde hace unos años y, cuando no lo hace, se siente extraña.

Azahara es la decisión de no tener hijos, de ser bisexual, de hoy ‘’me gustan más los hombres que las mujeres’’ y viceversa. El no tener un artista favorito, ni color, ni número, sino que escucha la música según le apetezca.

El ser vegetariana, el escribir cuando la inspiración acude a ella, el poner a su mascota por encima de todo, el ser demasiado apasionada y sentimental.

Sin embargo, Azahara es también ansiedad, ‘’la esponja que absorbe los problemas suyos y los demás’’ , el agobio de desenfreno por todo. Los nervios y sus rayadas mentales, los complejos y el ‘’hoy no me encuentro bien conmigo misma’’, migraña y los cólicos de la regla. Es el asma y el Rilash , para abrir los bronquios. Es incertidumbre y el miedo a que las personas más importantes para ella se alejen. Los ‘’ hoy no tengo ganas de existir’’, modificados, y los ‘’me he equivocado de carrera’’.

Es risa contagiosa, el desear viajar, el desastre dando consejos, el trabajar para quererse un poco más.
Azahara es detestar decir ‘te quiero’, porque no le gusta poseer y que prefiere cambiarlo por el conocido ‘te cielo’. El darse cuenta del Patriarcado y amar a sus amigos como si no hubiera mañana, pero que, al igual que a su familia, no lo dice, pero lo siente.
El pedir ayuda cuando la ha cagado dos mil diecinueve veces, el amar cocinar e inventarse recetas.
El descubrir artistas, seguir pariendo libros como si hijos biológicos fueran, las contradicciones, la tozudez y el orgullo.

Azahara es ver anualmente sus dos películas favoritas, el fotografiar cada cosa que ve: al cielo, sobre todo, las palomas y demás. Amar el arte y saber cuál es su camino, el errar millones de veces y darle vueltas al mismo tema. Dejar poemas a medio hacer porque no les gustas, le parecen comerciales o, simplemente, se estresa y empezar con otro manuscrito. El llamar llorando porque se ha perdido, o , simplemente, porque está triste.

Es la persona con humor tan básico capaz de hacer chistes sobre su carrera y asumir que: ‘’debo terminar el año lo mejor que pueda’’. El soñar con ir a Galicia o Asturias, pero que, pensándolo bien, no abandonaría Andalucía.

¡Vaya!, lo he vuelto a decir.

Y tú… ¿Qué Azahara eres?


lunes, 18 de febrero de 2019

La peor arma (extendida)


la Peor arma
Créditos de la imagen a su creador.

Se escondía siempre tras unas hermosas palabras sin punto final.
Aquella noche había preparado el revólver y lo escondió en su camisola.
Aprendió a besar el cuello con pasión y lentitud,
el cabrón sabía cuál era mi punto débil.

-<<Con lo feminista que eres, no sé cómo acabaste con él>>.
-<<Porque no lo conocía bien>>.

Para cuando quiso disparar, yo no lo pude esquivar.
Alzó el revólver y con el gatillo disparó a mi entrepierna.
Me ardió y me la quitó.
Me arropó con una seducción de seguridad y yo dejé que, durante esas semanas,
el colchón no cogiese polvo.

¡Ay, madre!
Cuando floreció el último capullo de la flor,
cuando se cayó la primera hoja del otoño,
apareció arrogante y con aires de superioridad.
Que no entendía nada,
que yo me escapaba,
que había emprendido una huida hacia ninguna parte.
Y no era mentira.

Había huido porque me di cuenta de su calumnia.
Hijo del Patriarcado.
Disparó y no me dolió.
Le había devuelto el arma con tintas de morado y un:
<<Me has hecho más feminista. Me amo>>.



Para entendernos, es mejor ponerles nombres a los dos personajes, más que nada, porque así, el poema es real, tan real como tú y yo. Además, dicen que, si no le pones nombre o comentas en voz alta el problema, nunca será real. Pongámosle Ana, es el primer nombre que se me ha venido a la cabeza, y … Juan.

Ana es una chica común que acaba de empezar su primer año de carrera. Es extrovertida, apasionada, carismática, humilde y amigable. Le encanta conocer a personas, aunque eso de no encajar en un grupo selecto le da poca importancia. Para ella, prevalece más la calidad que la cantidad. Un dicho entre generación y generación en cuanto a amistades se refiere. Y así es, el primer año de carrera es un vaivén de emociones para un cuerpo tan pequeño como es el de ella. Para su metro cincuenta y seis exacto. Ni centímetro arriba, ni centímetro abajo.

Es así como empieza esta historia. La historia de Ana, Julia, María… la historia de un personaje femenino que conoce a una persona.

Ana no ha mantenido relaciones íntimas con nadie. Más que nada, porque para ella es un tema muy personal y nunca ‘’se ha sentido’’ preparada para ello. Pero Ana quiere experimentar este año, experimentar como es el fundirse en una sola persona. Para ello, tendría que esperar a que sus amigos la invitasen a una fiesta y conociese a aquel detonante. 
Vestida con sus mejores galas, la joven asiste a aquel pub donde se celebra la fiesta. Se siente observada e intimidada por algunos que comentan cuánto desearían llevársela a la cama esa noche, drogarla para que no sea consciente y… quién sabe si violarla. Total, ella no se iba a enterar. Se le echaría un poco de burundanga y la chica sin nombre, pero con un simple vestido que realza su figura, sería un perfecto trapo manejable que, al día siguiente, sería dejado a la intemperie, destrozada y magullada.

Pero Ana puedo ser yo, mi vecina, tu hija, prima… Ana somos todas en alguna ocasión de la vida a quién siempre nos han dicho: ‘’nunca te separes de tu grupo de amigos y NUNCA dejes la bebida sin vigilar. Ten mucho cuidado. Usa protección, sé consciente de todo cuanto haces. No te vayas con desconocidos…’’.

Al lado suya, mientras ella pide en la barra una copa, un joven se le acerca. Parece calmado e interesado, como si acabase de ver a una gacela inofensiva. Es su momento de salir a cazar y parece que aquella presa está sola. Sola en el sentido más real de la palabra. Sabe perfectamente que está acompañada, ha analizado el terreno antes de acercarse cautamente.
La llena de halagos no incómodos, hace uso del poder que tiene: la labia. (‘’Se escondía siempre tras unas hermosas palabras sin punto final’’) y en unos minutos su predicción es un 100% efectiva. La joven cae cautiva de sus palabras.

Aquella noche, el león no acabará solo en la cama, se llevaría a la presa y la degustaría exquisitamente. (‘’Aquella noche había preparado el revólver y lo escondió en su camisola’’.)  
Él sabe perfectamente lo que le puede gustar a aquella gacela, a aquel cervatillo, es el mismo patrón, o eso piensa él, de todas las mujeres. Adquirió la habilidad de besar lentamente, sin detenerse en pasiones ni tener miramientos, al haber experimentado entre tantas; desea introducirse en ella, encajarse como una pieza de puzle, pero para ello debe de acceder. Y el cómo hacerlo es demasiado fácil. Besarle el cuello y, así, ella abriría las piernas. (‘’Aprendió a besar el cuello con pasión y lentitud, el cabrón sabía cuál era mi punto débil’’).

Al principio, Ana no está segura, no sabe si debe de continuar con esto o con lo otro. Experimenta en sus carnes la primera vez, insufrible, puesto que el león no tiene muchos cuidados más allá de las palabras bonitas (‘’Alzó el revólver y con el gatillo disparó a mi entrepierna’’, ‘’me ardió y me la quitó’’). Comprende que el mito de la primera vez que tantas veces ha leído en libros de novelas juveniles, hablado con su grupo de amigas y visto en películas es una falacia inventada.
Sin embargo, tras el ocaso, llega el alba y durante las semanas siguientes Juan encuentra en Ana un buen pasatiempo con el que entretenerse. (‘’Me arropó con una seducción de seguridad y yo dejé que, durante esas semanas el colchón no cogiese polvo’’).

Quedan todas las veces que pueden, tienen sexo y, luego, no se vuelven a ver hasta que Juan quiere. Empero, muchas de las veces Ana termina llorando. No entiende muy bien el por qué. Sólo sabe que se está autoengañando, que eso no es lo que quiere. Sabe que hay algo en su interior que le quema.

Juan aparenta ser un ciervo con grandes cuernos, le agasaja y la seduce. Pero… nunca tiene tacto cuando ella solloza, cuando le da ansiedad tras terminar. Nunca hablan de temas externos. Ni un ¿cómo te va el día?, mañana creo que va a llover. He aprobado esa asignatura que tanto me cuesta o… la he suspendido.

En su lugar todo son: ya debes saber aprender a hacerla. Cuidado con los dientes. Mañana voy a ir a un partido. No creo que sea la mejor opción que vengas, es muy pronto para presentarte a mis amigos. Ese vestido no me gusta, bueno… a ver, me gusta para mí, para que te lo pongas conmigo.

Ana lo habla con sus amigas, quienes dicen que deben de terminar la relación o lo que tengan. Es tóxico e insano para ella. Sin embargo, por mucho que ella quiera, por mucho que sus amigas le dejan ver, no puede. No puede porque siente que está enamorada de él.
(<<’’Con lo feminista que eres, no sé cómo acabaste con él’’>>, <<’’ Porque no lo conocía bien>>’’).

Y click. La bombilla se enciende en su cabeza.

Click es el detonante que le quita la venda.  Una venda que le subyuga. Él no es un ciervo con grandes astas, es todo lo contrario: un león hambriento colmado de sed, que nunca se abastece de ella. Que no está sola, hay más como esta gacela. Todas las noches sale de caza, para ver cuál tiene mejor carne y saciarse hasta que no quede nada de la otra persona. Ese es su juego: vestirse de codero.
Así es cómo empieza a mover ficha. Sin dejarle un mensaje, le ataca por sorpresa. Moviendo ficha por ficha, primero los peones, luego el caballo…

No obstante, el juego no está del todo ganado. Juan se percata que algo no va bien. Ana no le contesta a los mensajes, le deja en visto, no le coge las llamadas, ni a las redes sociales. Colmado de furia le espera a la salida de la universidad. Una buena encerrona y ella volverá a sus brazos. (‘’Cuando floreció el último capullo de la flor, cuando se cayó la primera hoja del otoño, apareció arrogante y con aires de superioridad’’).

Espera hasta las dos, la hora en la que ella sale y allí está. Deslumbrante, más bella que nunca. Parece que ha recuperado el color de piel tras tantas batallas perdidas con la luz del flexo. Su sonrisa… ¡qué hermosa es su sonrisa!, ¿se ha teñido el pelo? Ahora está colorado. Perfecto con sus ojos azules. Y su cuerpo, ¡oh, su cuerpo! Aquel que ha recorrido tantas veces sin prestarle la mayor importancia. ¿Dónde tenía el lunar? , ¿en el vientre o al lado del tobillo? No lo logra recordad. ¿Por qué? ¿Y por qué, con seguridad, Ana le comenta que es un hijo más del Patriarcado?, ¿¡de dónde ha sacado esa seguridad en sí misma, si cuando estaba con él era un cachorro indefenso!?, ¿por qué, por qué la ve más fuerte?, ¿por qué siente como su ego corre peligro y se va disminuyendo ante la gigante suela del zapato de Ana hasta que lo aplasta? (‘’Que no entendía nada, que yo me escapaba, que había emprendido una huida hacia ninguna parte. Y no era mentira. Había huido porque me di cuenta de su calumnia. Hijo del Patriarcado. Me disparó y no me dolió’’).

Mas en todo ajedrez hay un vencedor y un vencido; y en este… alguien ha visto demasiado tarde el Jaque Mates. Sin darle tiempo a mover el rey, la partida se queda con un claro vencedor. La reina ha ganado al rey del otro bando. ¿O quizás es la torreta fuerte y en línea recta? (‘’Le había devuelto el arma con tintas de morado y un: << Me has hecho más feminista. Me amo>>’’).

Y como si de una torre de naipes inexpugnable se trata, el ejecutado la derriba. Con un marcador 1 – 0 y una clara victoria vista desde las gradas.