viernes, 21 de septiembre de 2018

Iguales


Iguales




Créditos de la imagen a su autor/a.

                      Puede que no me creáis, posiblemente serás así, porque hasta que no lo meditáis y lo veis en vuestras carnes, no sabréis a qué me refiero exactamente. Alguno de los que me pudieseis leer, tal vez, pensaréis que soy una hippie y que me han lavado el cerebro como a muchos otros que toman esta decisión.

                      Hace un año quise ser vegetariana, lo llevaba bien hasta que me di cuenta que, en la vida de todo estudiante, había una colección de tupper que no hacían nada más que agrandar mi imperio del congelador; por lo que no me quedó más remedio que, durante todo ese curso de 2017/2018 tuve que comerme aquellos tochotuppers.
Sin embargo, en el fondo de mi alma, había algo que no andaba bien. Cada vez tenía una cierta inclinación hacia las hortalizas, frutas y demás, me gustaban más incluso aquellas que antes no.

           Pero, como todo, cada cosa lleva un momento de reflexión, y yo la tuve aquel día en que el pájaro que estaba criando -el cual encontré malherido en el suelo de la calle y que tras cuatro días andaba bien-, se me murió entre mis manos. Lloré, lloré con las suficientes lágrimas como para decir un: no sufras, puedes irte. Y como si aquello fuera el comienzo del final, el compendio del prólogo, algo en mí cambió.

            Hasta que no cuidas a un ser que te haya marcado lo suficientemente como para pensar: ¿Por qué me debo de comer a la misma especie que he cuidado? ¿Por qué? ¿Es que no hay otra forma? ¿Es que debemos de matar a los seres que más vida nos da, sólo porque necesitamos ‘’proteínas animales’’?

            La verdad, es que llevaba un tiempo pensándolo. Seguía cuentas veganas y me conocía a amigos que lo eran o, en su defecto, lo intentaban. Así que… realmente fue ese día, cuando la vida de un ser al que le había cogido cariño y, por tanto, habíamos creado un vínculo, se fue en mis manos. Porque sinceramente, me pareció que esperaba a que yo estuviese ahí, para irse. Y sí, podéis llamarme fantástica o miles de adjetivos peyorativos, pero, realmente, no sabéis qué es exactamente todo esto, hasta que no tomáis la decisión.

            Ayer, en una conferencia, un catedrático comentó:

‘’La felicidad es un estado, no es una meta a la que se debe alcanzar como nos la vende en los stands publicitarios. La felicidad está en cosas como escuchar el canto de los pájaros, contemplar el paisaje, escuchar música…’’

            Es verdad, y es así como lo siento yo. Me siento en paz conmigo misma y con todo aquel animal que me rodee. He cambiado mi dieta ,además de las posibilidades que te da otra dieta de poder descubrir más allá de lo que se nos acostumbra a comer en esta sociedad cárnica, aprendiendo a ver a estos animales, desde el más simple como es el mero hecho de una hormiga, hasta el más grande que te puedas encontrar, como iguales: seres que están aquí con alguna función, no para ser simplemente comida del ser humano, llevándoles a la extinción porque el trozo de su cuerno es objeto de gran valor.

            Entre otras, este catedrático, comentó que el futuro era vegano y daba los motivos que eran.  El cambio debería comenzar ahora. Diré, y sigo diciendo, que si amamos a los animales… ¿Por qué no amarlos en su totalidad sin llevarlos a la extinción? ¿Sin proporcionales una vida de químicos, cautiverio y demás? Si empezamos ahora, poco a poco, si nos vamos sumando más, lograremos que todas las especies animales… convivan en paz, dejando que la cadena alimenticia (de éstos) continúe, sin vernos nosotros de por medio.

            Puede que estas palabras no generen conciencia, ni se propague por todo el mundo, pero si alguien las lee, espero que reflexionéis.