El firmamento es
testigo de la noche de pasión de dos almas entregadas al placer. La
brisa conduce sus gemidos por toda la ciudad.
Entregados en cuerpo y alma, él le lleva una ventaja de seis años de edad; tiene más experiencia así que ella está encima.
Recorre con sus grandes manos los senos de la mujer, jugueteando con aquel capullo rosado. Ve como grita excitada pidiendo más y más.
Siente una descarga eléctrica ardiente en lo más profundo de su vientre tras el movimiento a vaivén de caderas que su alumna a ejercido sobre su miembro viril. Se inclina y consigue besarla. Sus lenguas juguetean en una lucha ansiosa por ver cual de las dos es la vencedora, sus labios se desean.
Cambio de papeles. Al profesor le tocó ser el capitán de la nave. La capitana está debajo, siendo mecida por las olas de aquella nave pirata.
La besa, recorriendo con su intrépida lengua juguetona todo su cuerpo. Bien sabe que, en aquella zona del muslo se encuentra una de las tantas zonas erógenas de la mujer.
Bajo el camino de saliva, se pausa en aquella alfombra negra debajo del vientre. Juguetea deseoso entre los matorrales, escuchando como ella gime de placer. Más y más. Se arquea dejando ver, bajo el destello de la nítida luz de la Luna, un hermoso cuerpo.
Tras unas horas de loca pasión junto a la chimenea, las dos almas exhaustas descansan plácidamente.
Entregados en cuerpo y alma, él le lleva una ventaja de seis años de edad; tiene más experiencia así que ella está encima.
Recorre con sus grandes manos los senos de la mujer, jugueteando con aquel capullo rosado. Ve como grita excitada pidiendo más y más.
Siente una descarga eléctrica ardiente en lo más profundo de su vientre tras el movimiento a vaivén de caderas que su alumna a ejercido sobre su miembro viril. Se inclina y consigue besarla. Sus lenguas juguetean en una lucha ansiosa por ver cual de las dos es la vencedora, sus labios se desean.
Cambio de papeles. Al profesor le tocó ser el capitán de la nave. La capitana está debajo, siendo mecida por las olas de aquella nave pirata.
La besa, recorriendo con su intrépida lengua juguetona todo su cuerpo. Bien sabe que, en aquella zona del muslo se encuentra una de las tantas zonas erógenas de la mujer.
Bajo el camino de saliva, se pausa en aquella alfombra negra debajo del vientre. Juguetea deseoso entre los matorrales, escuchando como ella gime de placer. Más y más. Se arquea dejando ver, bajo el destello de la nítida luz de la Luna, un hermoso cuerpo.
Tras unas horas de loca pasión junto a la chimenea, las dos almas exhaustas descansan plácidamente.
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