miércoles, 14 de noviembre de 2018

Caos





Hace días me tomé un tiempo para mí, supongo que no es ser egoísta al querer darte algo que te falta.
Hace días que todo acaeció y que tras nueve días aún sigue doliendo, claro que me refiero a la pérdida de un ser tan pequeño que me llenó el corazón con tanto amor que es imposible no saber a qué escala, del diez hasta el infinito y más allá de cómo era importante para mí.
Pero hoy… veo sus fotografías y sonrío. Sonrío porque estoy aprendiendo que el duelo necesita más que nueve días y que, en el fondo, todo sana, nunca se olvida, pero con un poco de espacio y coser heridas… el dolor se disipa.

Me cuesta escribir. Tras varios meses he perdido la práctica. El otro día me levanté con las ganas infinitas de dar un poco más de mí, de que el mundo sepa cómo me siento, pero siempre me quedo con la pierna estancada en el fango y un: ‘’ para ti, ahora, todo son problemas’’.
Claro, claro que son problemas, sé que en esta cabeza nada está amueblado, no todo, claro, y que, en ocasiones, cuando la noche cae y la Luna está en lo más alto… me apago y me dejo abrazar entre las sábanas de invierno.

Es curioso, no me he replanteado someterme a otra prueba de amor, porque no sé estar conmigo misma, a solas, como para estar con otra persona, no después de ella.
Lo sé, estoy corriendo en la dirección incorrecta, ¿incorrecta para quién realmente, Azahara?, en un camino que tiene las flechas en dirección opuesta a la de todo el mundo. No estoy lista aún como para empezar de cero, porque, pese a todo, estoy sentada en el filo del alféizar sin saber si me voy a caer en alguna de estas ventiscas fuertes. Me agarro, sé que me agarro con todas mis ganas al borde de la ventana para mantenerme firme.
Estoy corriendo, en dirección opuesta al ocaso. Aquí se nota el frío y esta vez,  por raro que parezca, no es de mi agrado.

Se me acaba de formar un nudo en la garganta, nada está bien y no sé como sacarme a mí misma de esta pequeña caída. Pequeña dice, já, ¿sabes desde cuándo arrastras esto? ¿Dónde está el salvacaídas? ¿Dónde está la cuerda? Y… ¿La mano? ¿Dónde está mi propia mano? Me falta lo más importante de todo: mi propio equipo de salvación. Lo he perdido, debo equiparme de nuevo porque… hacía frío en este vacío interno y recíproco.

Pero… Oh, claro que lo intuyo: volveré, voy a volver. No ahora, no ahora… volveré. Y, entonces, correré implorando que nadie me salve porque ya lo estaré haciendo yo, que habré acumulado el peso en los contrafuertes.
Voy a volver y el mundo va a temblar, porque cuando salga del cascarón, cuando me agarre la mano y me haya dado de hostias contra la puerta intentándola derribar… La bestia se habrá despertado con total lucidez.

Estaré corriendo, dirección opuesta, así que no trates de salvadme.



Créditos de la imagen a su autor.

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