Créditos a Pinterest
Le quiero de la
misma forma en que la beso,
lentamente
mientras me agarra del cabello pidiéndome más.
Le quiero
contándole todas las cicatrices.
Le quiero hasta cuando me dice que muerda más flojito.
Me agarra el brazo
si ve que me voy,
le sonrío para que
esté segura de que voy a volver.
Y sí, con ella sí
que vuelvo.
No huyo, porque ya
no tengo de qué huir.
Mis monstruos se
han dormido bajo la cama,
en la misma en la
que la oyen gritar de sexo.
Menos mal que iba
a ser una prueba.
De sexo y nada
más. Follamigas.
En el momento en
el que le acaricié el hombro,
vi en sus ojos
castaños la seguridad sin miedo,
que nunca vi en
mí.
Le quiero de la
misma forma en la que un poeta
ama con locura la
pluma con la que usualmente escribe.
Le quiero para el
universo.
Le quiero libre.
Le quiero rebelde
y revolucionaria.
Es una mujer
sensible,
su tez pálida
contracta con la mía.
Juntas hacemos
chocolate con leche.
Me agarra
fuertemente del cabello cuando va a llegar al clímax.
Ha aprendido lo
que le gusta
y sin miedos se
desenvuelve.
Me observan con
recelo los hechos de su pasado,
pero no saben que
conmigo no tienen qué ganar.
Que los míos se
quedaron atrás, se quemaron al conocerla.
Aún cargo el
episodio de mi pesadilla y ella, es capaz de ser mi heroína.
No puede dormir
sin agarrarme la mano.
No entiende mi
manía de dormir en camisón.
Ni yo la suya de
dormir con sujetador.
Ella duerme con el
pelo suelto,
yo con él
recogido.
Y, sin embargo, a
mitad de la noche, me encuentro rodeada entre sus piernas.
Soy su revolución,
ella es la causa
por la que me manifiesto en la calle.